miércoles, 12 de octubre de 2016

El desplazamiento aleatorio de la psiquis Sobre la muestra “Hoy recordé algo que había olvidado” de Diego de Adúriz en Embrujo (junio-julio, Rosario, 2016). por Daiana Henderson

El pasado sábado 4 de junio se inauguró la muestra “Hoy recordé algo que había olvidado” de Diego De Adúriz(Buenos Aires, 1977) en el espacio de arte Embrujo, ubicado en la Galería Dominicis de Corrientes y Catamarca. Es la segunda muestra individual del artista en Rosario, radicado en la ciudad desde fines del 2014.
Si en un sentido general la idea de “muestra” puede definirse como la selección de elementos pertenecientes a un conjunto mayor que resulte de algún modo representativa de la totalidad de la que proviene, “Hoy recordé algo que había olvidado” sería, precisamente, una anti-muestra. En primer lugar porque “lo mostrado” no es un recorte mínimo de una obra cuya continuación es imaginada por el espectador, sino que al visitarla se tiene la sensación de estar ante una completud. En segundo lugar porque, al contrario de la experiencia convencional de museo, es decir, del cuadro sobre una pared blanca, despojado de todo elemento distractivo —único foco de atención y centro de información— la muestra de DDA (como gusta firmar sus creaciones) está plagada de interrupciones tanto “intratextuales” como “intertextuales”.
La cantidad y variedad de técnicas, colores, materiales y lenguajes utilizados conforman un universo saturado e inabordable. Pasan muchas cosas al interior de las piezas: hay diálogos y alfabetos figurativos, paisajes lisérgicos y rastros de intimidad, naturaleza y urbanismo, seres mitológicos que conviven con íconos de la cultura popular, dibujos que se entrelazan con poemas. Ayudados por una gracia cercana a la del humor gráfico, los elementos de los paisajes psicodélicos de DDA se autopronuncian con etiquetas: el dibujo de una flor de ojos felinos se acompaña por la palabra “flor”, un sol por la palabra “sol”, y así prosiguen un “gato”, “bosque”, “camino”, “nube”, “cielo”, hasta que vemos la figura de un pájaro señalada por la palabra “avión”, lo que genera un desfasaje repentino en la clave de lectura de la obra. Este mecanismo resulta simbólico de los procedimientos creativos de DDA, que parecieran no repetirse nunca, como si cada pieza estuviera creada de cero, estableciera su propio cánon y no precisara siquiera dialogar con sus compañeras.
Cada una de las piezas tiene elementos suficientes para pasarse toda una tarde descubriendo en su interior elementos aparentemente insignificantes, escondidos, absurdos: guiños, números, nombres, direcciones de email, anotaciones metarreferenciales del tipo “Borrador” u “Hoja para no ensuciar los dibujos p.o.s.t.a.”, líneas de diálogo en las que los personajes hablan, (“No soy un fantasma”, aclara uno). Materialmente la (anti)muestra se desparrama en papeles con dibujos, pinturas y collages de colores intensos y fluorescentes que cubren la totalidad de las paredes, desde el suelo hasta el techo, y también se cuelan estampitas, figuritas coleccionables, stickers, folletos, reglas, naipes y un infinito etcétera que conforman un universo a la vez vasto e íntimo como podría ser, por ejemplo, la habitación de un adolescente donde se despliega toda una iconografía personal.
La primera pregunta que surge es: ¿Cómo una misma persona puede haber hecho todas estas obras? Y la segunda: ¿En qué momento? Sería un error acudir a la muestra pidiéndole explicaciones. El único vector para recorrerla es el del capricho y el de la intuición, el del desplazamiento subjetivo y aleatorio de la psiquis, que es siempre distinto. En una “autoentrevista” que el artista publicó en su Facebook personal se pregunta por el significado del título “Hoy recordé algo que había olvidado” a lo que él mismo se responde acerca del extrañamiento que le produce volver a ver ciertas obras y no recordar haberlas realizado “en el sentido de que muchos de esos trabajos pienso que son de una gran hechura, tienen buena mano y eso me sorprende y me llena de satisfacción” (…) “pero también —sigue más abajo— ‘recordar’ en este caso lo uso a la manera que manifestara alguna vez [George Ivánovich] Gurdjieff respecto al así llamado ‘recuerdo de sí’: un momento de autoconsciencia, de supuesta  ‘lucidez’ ”.de.Otra de las tantas piezas de la muestra es un listado del que se desprenden las posibilidades infinitamente potenciales a las que la sigla “DDA” podría referirse. Es que en la realización de cada una de las obras cuyos procesos creativos parecen ser, en gran medida, incontrolados se define no sólo la elección por una exploración expresiva en constante deformación sino también la búsqueda de una afirmación del sí mismo. Es entonces que las iniciales “DDA” son, por un lado, un sello mediante el cual el espectador reconoce al autor y, por otro, la huella que el artista se deja a sí mismo para que en un futuro pueda volver “a recordarse”.



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